"Había una vez un pincel que era la admiración de
todos los demás pinceles, puesto que con él habían
sido pintados los cuadros más hermosos que habían salido de ese taller.
Cuando el pintor tenía que realizar una obra de calidad o un trabajo muy
importante, siempre acudía a él, puesto que sus suaves cerdas eran las
que más finos y delicados trazos imprimían sobre el lienzo, y le daban
un toque especial a cada detalle de la obra. Esto le llenaba de orgullo.
Cierto día, un viejo plumín de tinta china envidioso le dijo: "¿Tú te crees
muy bueno? Pues lamento informarte que tú solo no vales nada. Jamás
decides tú qué es lo que pintarás, o qué colores utilizarás, sino que
eres un miserable esclavo del pintor que es quien te usa como a él se le
da la gana".
La sombra de esta incomodidad quedó flotando en el
ánimo del pincelito... Al día siguiente, cuando el pintor lo tomó en sus
manos, decidió que sería él quien dictaría los trazos. Así cuando el
pintor quería realizar una línea, el pincelito hacía fuerza para
pintarla en otra dirección. El pintor no
entendía qué estaba sucediendo, puesto que en el lienzo tan solo
aparecieron manchones deformes. Luego de varios intentos
fallidos, simplemente dejó al pincelito de lado y tomó otro para
recomenzar su obra.
Esto puso aún más furioso a nuestro amiguito. ¿Quién
se creía ese pintor que era para cambiarlo a él, al mejor, por un pincel
cualquiera? Se ubicó frente a un lienzo y con varios potes de pintura
junto a él y comenzó a pintar. Todos observaban absortos al pincelito,
incluso el pintor, que había dejado su trabajo, y al ver la satisfacción
del plumín, comenzó a sospechar qué estaba ocurriendo. De más está
decir, que tan solo una masa informe de colores superpuestos apareció
sobre el lienzo. Y todos se rieron de él...
Nuestro amiguito, avergonzado, deprimido y frustrado
se retiró a llorar lágrimas de pintura en su vaso. Había hecho el
ridículo. Todos se habían reído de él. Todos... menos el pintor, que lo
tomó dulcemente en sus manos y le dijo: "Querido amiguito, yo sé que tú
eres el mejor, pero eres el mejor en mis manos. Sólo dejándote conducir por mis manos podemos
crear juntos la belleza. El que sea yo quien dirige tus movimientos no
te quita mérito, no, sino que por el contrario te enaltece, porque yo te
elijo a ti entre todos los otros pinceles. Y ahora sécate esas lágrimas, y vamos a seguir pintando".
Y el pincelito comprendió que en su naturaleza de
pincel estaba el dejarse conducir por las manos del pintor, que sólo así
podía ser lo que él era: un pincel."
Fuente: http://www.portalmisionero.com/
"Este es un instrumento que he elegido yo para llevar mi nombre a los paganos, a los reyes y a los israelitas" (He 9,15)
Escógenos Señor, como un día hiciste con Pablo, para pintar la maravillosa obra de la salvación.
"Este es un instrumento que he elegido yo para llevar mi nombre a los paganos, a los reyes y a los israelitas" (He 9,15)
Escógenos Señor, como un día hiciste con Pablo, para pintar la maravillosa obra de la salvación.
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