Una
pobre mujer, con su hijo pequeño en brazos, pasaba delante
de una caverna, cuando escuchó una voz misteriosa que desde
dentro le decía: “Entra y toma todo lo que quieras,
pero no te olvides de lo principal. Una vez que
salgas, la puerta se cerrará para siempre. Por lo tanto,
aprovecha la oportunidad, pero no te olvides de lo más
importante...”
La mujer entró toda temblorosa en la caverna y
encontró allí mucho oro y diamantes. Entonces, fascinada por las
joyas, puso al niño en el suelo y empezó a
recoger, ansiosamente, todo lo que cabía en su delantal. De
pronto, la voz misteriosa habló nuevamente: “Te quedan sólo cinco
minutos”. La mujer, afanada, continuaba recogiendo lo más que podía.
Al fin, cargada de oro y de piedras preciosas, corrió
y llegó presurosa a la entrada de la cueva cuando
la puerta ya se estaba cerrando. En menos de un
segundo se cerró. Y en ese momento se acordó de
que su hijo se había quedado dentro... ¡La cueva estaba
ya sellada para siempre! El gozo de la riqueza desapareció
enseguida y la angustia y la desesperación la hicieron llorar
amargamente.
Fuente: http://es.catholic.net/aprendeaorar/103/478/articulo.php?id=7033
"¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si al final pierde su alma?"
(Mt 16,26)
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