Un Corazón que nos ha amado hasta dar la vida por nosotros.
Les daré todas las gracias
necesarias para su estado de vida.
Les daré paz a sus familias.
Las consolaré en todas sus penas.
Seré su refugio durante la vida y sobre todo a la hora
de la muerte.
Derramaré abundantes bendiciones en todas sus empresas.
Los pecadores encontrarán en mi Corazón un océano de
misericordia.
Las almas tibias se volverán fervorosas.
Las almas fervorosas harán rápidos progresos en la
perfección.
Bendeciré las casas donde mi imagen sea expuesta y
venerada.
Otorgaré a aquellos que se ocupan de la salvación de
las almas el don de mover los corazones más endurecidos.
Grabaré para siempre en mi Corazón los nombres de
aquellos que propaguen esta devoción.
Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi
Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos aquellos que comulguen nueve Primeros
Viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final: No morirán en desgracia mía,
ni sin recibir sus Sacramentos, y mi Corazón divino será su refugio en aquél último
momento.
Y que sigue regalándonos sus dones...¡si queremos!
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