Una mañana de calor sofocante un viajero se acercó a unas obras. Los obreros trabajaban afanosamente. El viajero se dirigió a uno de los trabajadores.
- ¿Qué está haciendo, buen hombre?, preguntó el viajero.
- Ya lo ve, levantando esta enorme piedra. Con este sol abrasador el
trabajo resulta insoportable. Esto no hay quien lo aguante. Maldito el día en que me
contrataron para este trabajo.
Luego se dirigió a otro trabajador
- ¿Qué hace usted, buen hombre?, preguntó.
Molesto por la mirada del visitante y malhumorado por el terrible
esfuerzo que acaba de realizar, contestó:
- ¿Es que no lo ve? Estoy levantando este interminable muro.
Un poco más adelante se encontró con un tercer trabajador
que estaba realizando una tarea similar a la de los dos anteriores. Estaba
levantando una enorme piedra para colocarla en el lugar adecuado.
- ¿Qué está haciendo usted, buen hombre?.
El trabajador, sonriente y orgulloso, contestó de manera entusiasta:
- ¡Estoy construyendo una catedral!.
"Pues el peso momentáneo y ligero de nuestras penalidades produce, sobre toda medida, un peso eterno de gloria para los que no no miramos las cosas que se ven , sino las que no se ven; pues las visibles son temporales, las invisibles eternas ".
2 Cor 4, 17-18
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