Erase
un vez el sembrador que salió a sembrar y
mientras sembraba,
unos granos cayeron a lo largo del camino:
vinieron las aves y se los comieron.
Otros
cayeron en terreno pedregoso, con muy poca tierra, y brotaron en
seguida, pues no había profundidad, pero apenas salió el sol, los
quemó y, por falta de raíces, se secaron.
Otros
cayeron en medio de cardos: éstos crecieron y los ahogaron.
Otros
granos, finalmente, cayeron en buena tierra y produjeron cosecha,
unos el ciento, otros el sesenta y otros el treinta por uno.
Mt
13, 3-8
El
grano siempre es bueno, el que crezca o no depende de la tierra donde
cae. ¿Dejamos que el Sembrador trabaje la tierra para que crezca la semilla?
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